Texto: l.f. bouza | Foto: michal novak lfbouza@elprogreso.es

EL RECITAL que la pianista vasca Judith Jáuregui dará el viernes, a las siete y media de la tarde en la basílica de San Martiño de Mondoñedo (Foz), abrirá el ciclo de conciertos ‘Schubert no Camiño’, en el marco del festival Bal y Gay. El sábado, el cuarteto Cosmos y el violonchelista Fernando Arias estarán en la iglesia de Lourenzá y el domingo, el tenor Christoph Prégardien con el pianista Daniel Heide tocarán en la catedral de Mondoñedo.

Su recital de piano abre el ciclo ‘Schubert no Camiño’, ¿qué significa Schubert para usted?
A Mariña, el Camino y Galicia pertenecen a la música de Schubert, porque él hacía música a la naturaleza. Sus obras reflejan la honestidad, la humildad y la pureza de la naturaleza; son la emoción de lo puro y lo sencillo. Su música se inspiraba en sus larguísimos paseos por los bosques de Viena, así que perfectamente puede pertenecer a A Mariña.
¿Qué van a escuchar los asistentes a su concierto?
Abriré con la cuarta sonata de Beethoven, que es su gran obra. De Schubert interpretaré esa Wanderer Fantasie, ‘La fantasía del caminante’, que fue la primera gran obra que escribió para piano y tiene un gran virtuosismo, de tal forma que el piano se convierte en una orquesta.
Ha actuado en escenarios de todo el mundo, ¿cómo será actuar en San Martiño?
Es una joya porque cuando tocas en este tipo de lugares con alma también se crea algo inolvidable. Los conciertos en entornos singulares tienen algo que traspasa; la magia está de base y más en esa tierra que es tan mágica y tan salvaje.
Dicen de usted que es la intuición creativa o la artista imaginativa, ¿como se definiría como pianista?
Dejo que otros me definan. Lo que sí puedo decir es que me define la vitalidad. Me encanta la naturaleza, sentir la conexión con el planeta y saborear los pequeños momentos. Intento estar en el ahora y disfrutarlo de verdad. No sé si me define, pero me encanta la vida.
Ha colaborado con diferentes formaciones y actuado en solitario, ¿cambia la forma de enfrentarse al público en cada caso?
Los pianistas podemos elegir entre la música de cámara, los conciertos con orquesta o los recitales en solitario y cada uno tiene su particularidad y su belleza. El recital es una comunión más directa con el público, es una desnudez y un contacto íntimo. La música de cámara es esencial porque te abre el oído a otros instrumentos y en los conciertos compartir el escenario y vibrar con otras 80 personas es algo único.
Su primer álbum se lo dedicó a Schumann y el último, de 2020, también lleva música suya.
Schumann es lo primero que toqué siendo niña. En su música la emoción pasa sin filtro de lo tremendamente temperamental a lo más íntimo, reflexivo, bucólico y puro. Al acercarme a ese idioma emocional me siento muy natural. En Schumann no hay nada repetido, todo es nuevo constantemente. Te sube a los cielos y te baja a los infiernos y vivir esa intensidad emocional es algo que me atrapa.
¿Cómo vivió la música clásica durante la pandemia?
La clásica no tiene una visibilidad tan grande y ha sido trágico que todo estuviera cerrado. Ninguna grabación ni ningún streaming, que también son iniciativas fantásticas, pueden suplir el directo. En un concierto se toca música creada y el público forma parte activa porque la escucha es activa y esa unión es única.
¿Por qué la clásica sigue siendo un género desconocido?
Es la educación. Si se incluyera la clásica se vería el bien que hace a la sociedad creando niños más sensibles y empáticos, más tolerantes y menos individualistas. Si eso sucediera también tendríamos la base para que la gente se atreviera con la clásica porque muchas veces el desconocimiento viene por el hecho de no atreverse con ella por no conocerla.
Y usted, ¿por qué la eligió?
Mis hermanas mayores tocaban el piano y yo cuando oía el violín lloraba, así que mis padres decidieron darme clases de violín, pero tuve una profesora malísima que me decía que me iba a cortar los dedos y tiré el violín y empecé con el piano. Tuve la suerte de tener profesores muy buenos y uno de ellos vio que quería compartir mi música y desde los ocho años llevo creando esa relación directa con el público, que es muy bonita.
Conoce A Mariña, ¿qué opinión le merece esta tierra?
La familia de mi marido tiene ahí una casa y ese es mi lugar de desconexión. Me gusta todo, el mar, la playa de Os Castros y As Catedrais y el interior, la ruta del Salto do Coro de Mondoñedo… Tiene una costa salvaje que siempre te habla, sea con lluvia o con sol.